martes, 23 de marzo de 2010

“La gente dejará de ser tan infeliz cuando aprenda a educar sus emociones”

Texto David Revelles

“Casi nadie tiene una perspectiva geológica del tiempo, la mejor fórmula para desterrar el obsesivo concepto divisorio que tenemos de este. ¡Y Dios sabrá por qué lo hacemos, sobre todo cuando es impresionante constatar que la supuesta sepa­ración entre futuro y pasado, entre vida y no vida, es cada día más borrosa”. Así nos recibe Eduard Punset en el zaguán de su casa, en el barcelonés barrio de Sarrià, mientras acaricia con piadosa ternura, igual que haría con sus perros Pastora y Darwin, el perfil fosilizado de un par de tribolites, artrópodos de la era paleozoica. “Estos vivían felices hasta que un río de lava los sepultó y acabó con su mundo idílico. 500 millones de años después a los seres humanos nos pasa lo mismo y en unos segundos se fragua la des­gracia”, explica casi sin inmutarse, con su particular cadencia al hablar, esas eses extendidas hasta el in­finito pespunteadas de silencios profundos, el rostro más popular de la divulgación científica española. Hacer puerto tras un largo periplo siempre deja un sabor amargo por lo que se dejó atrás, los paisa­jes y las personas conocidas en el tránsito por esos mundos. También por las lecciones con las que uno regresa de vuelta a casa. Punset no ha sido ajeno a ese legado esencial de todo viaje, sobre todo tras su­perar un cáncer de pulmón, una enfermedad que, le­jos de mermarlo, lo ha hecho más fuerte. “El cáncer me ha devuelto a la manada, a una hermosa moral innata en la gente, al altruismo y a la solidaridad, por lo que le estoy profundamente agradecido”. Primero, el exitoso El viaje a la felicidad, luego lle­gó El viaje al amor y ahora la última y definitiva etapa, El viaje al poder de la mente… No hay duda de que estos últimos seis años han sigo una larga y fructífera singladura para usted. Sí, ha sido un largo viaje que solo ha sido posible gracias a dos acontecimientos: primero, se ha tri­plicado la esperanza de vida en los países desa­rrollados de tal manera que, por primera vez en la historia de la humanidad, esta tiene futuro y existe la posibilidad de plantearse cómo ser feliz aquí y ahora. Y segundo, la revolución tecnológica que ha permitido medir los procesos internos de los que no se sabía nada. ¡Un cambio alucinante! ¿Hasta qué punto esta evolución científica ha sido determinante? Una de las ventanas que nos ha brindado la tecno­logía reciente ha sido establecer, tanto en el estu­dio del universo como de los procesos cognitivos, mediciones que nos permiten desestimar miles de ideas que teníamos enraizadas desde siempre. ¡Aún no somos conscientes de lo que implica para nuestro futuro poder echar por la borda gran parte de nuestras creencias heredadas, de que es más útil desaprender que aprender! ¿Y por qué cerrar el círculo de esta odisea científi­ca con un libro centrado en el cerebro? El siglo XXl será el de la ciencia de la mente gracias al estudio del cerebro neurona a neurona, que ha desvelado que todo, el alma, el amor, la felicidad, está en el cerebro. Lo que sorprende es cómo he­mos podido llegar hasta aquí sin conocer apenas nada del órgano que rige por completo nuestra vida y, sobre todo, nuestras emociones. La gente de­jará de ser tan infeliz cuando aprenda a educarlas. ¿Y no le sorprende el creciente interés de la pobla­ción por la divulgación científica? ¿A qué se debe? A que se ha percatado de que el proceso científi­co ofrece ventajas innegables sobre los dogmas o el pensamiento no comprobado heredado del pasado. Otro factor clave obedece a que la pro­pia comunidad científica está saliendo de su ais­lamiento e interesándose por el impacto de sus descubrimientos en la vida cotidiana de la gente. Al fin estamos aprendiendo a conciliar entreteni­miento y conocimiento. ¿Es este el mejor punto de partida para el futuro? Al menos es el gran reto de los próximos años y no solo en la comprensión pública de la ciencia, sino en la educación y en la empresa. No es cierto que la letra con sangre entra. Uno de los últimos descu­brimientos es constatar la naturaleza social de la inteligencia. Nos ha hecho inteligentes tener que lidiar con el vecino. El programa Redes y sus libros le han puesto en contacto con algunas de las primeras espadas del panorama científico mundial. Tras ese bagaje, ¿cuál cree que es la fuente del talento? Es una mezcla de muchos factores. Una de las primeras certezas es que, si bien hasta no hace mucho se creía que el talento era el resultado de una reflexión, de la razón, lo que implicaba un re­chazo de plano de los mecanismos intuitivos, hoy sabemos que muchos de los hitos de la historia de la evolución se lograron a golpe de intuición. Dicho de otro modo, el inconsciente es respon­sable no solo de la mayoría de las decisiones que tomamos, sino también de las que tienen mucha importancia por la sofisticación y complejidad de los procesos cognitivos implicados. ¿Y hay otros mimbres? La ciencia está descubriendo otros factores del talen­to como el aprendizaje social y emocional, disciplina que nos ha desvelado la importancia de la focaliza­ción, de la capacidad de concentración. Hay que sa­ber empatizar pero, como dice un amigo neurólogo de la Universidad de Bristol que asesora a deportis­tas y artistas, no demasiado. ¿La razón? Porque, de lo contrario, puedes perder el control en la ejecución del proyecto. La solución de conflictos y la gestión emocional forman la base adicional del talento mo­derno aplicado, por ejemplo, a la empresa. ¿El coeficiente intelectual es un factor determinan­te en el talento o entran en juego otras variables? Hasta no hace mucho se creía que era clave, deci­sorio, pero ahora sabemos que es falso. La ciencia ha descubierto que distintas arquitecturas cerebra­les pueden arrojar el mismo coeficiente de inteli­gencia y que, a medio plazo, la perseverancia y el esfuerzo individual pueden suplir los déficits del coeficiente congénito. Un ejemplo: Ferran Adrià marca tendencia y crea maravillas gastronómicas no solo porque tiene un don especial, un talento innato para ello, sino, sobre todo, porque lleva mi­les de horas de trabajo y de experimentación a sus espaldas. La conclusión es contundente: sin dedicación y trabajo no hay talento que valga. ¿Qué papel desempeña en la ecuación del talento la plasticidad cerebral de la que habla en su libro? ¡Un protagonismo capital! La plasticidad cere­bral, la confirmación científica de que la expe­riencia individual pueda llegar a transformar la estructura cerebral de una persona, ¡es uno de los grandes descubrimientos de los últimos tiem­pos! El paladín de este hallazgo de proporciones gigantescas es el neurólogo Pierre Magistretti, de la Universidad suiza de Lausana: él se vuelve hacia sus colegas neurólogos y les dice “es cierto que estamos programados”, pero luego se vuelve a sus amigos psicólogos y les dice “para ser úni­cos”. Dicho de otro modo, la experiencia de cada uno incide sobre nuestra programación. ¿Cómo se concreta esa plasticidad del cerebro? Los taxistas londinenses nos han dado la res­puesta. Un experimento del 2002 constató que los ejercicios repetidos para memorizar el ca­llejero mejoraban su estructura cerebral, sobre todo la de los circuitos de la memoria. Al final del experimento los taxistas tenían el hipocam­po más desarrollado que el promedio de perso­nas analizadas solo porque ejercitaban en mayor medida esos circuitos cerebrales al memorizar los nombres de calles y recorridos solicitados por los clientes. Se consagraba así el principio revo­lucionario de la plasticidad cerebral, el puente entre la neurociencia y el psicoanálisis. Como los músculos, el cerebro necesita también gimnasia mental para sacarle el máximo partido. Exacto y da igual cómo. Muchos de mis allegados hacen sudokus y su memoria aumenta, razón por la que yo les pregunto a ellos cosas que a mí se me olvidan. El cerebro cambia continuamente con la experiencia, modificaciones que ocurren en la si­napsis, donde las neuronas entran en contacto unas con otras. Tenemos cien mil millones de neuronas y cada neurona sintoniza con otras diez mil. Lo que la moderna neurología está comprobando es que los humanos podemos crear nuevas neuronas durante toda la vida gracias a un esfuerzo mental capaz de activar el proceso creador. ¿Cómo redunda en la innovación la creatividad? La innovación es el fruto de la multidisciplinariedad. Esta palabra es el término académico para referirse a otra de las bases del talento humano, la capacidad metafórica, cuyo ejercicio empezó a dar sus frutos hace unos 40.000 años. En el futuro está claro que no habrá innovación sin este enfoque múltiple. El escritor Eduardo Punset realiza viaje íntimo y apasionante por los recovecos del cerebro humano y el mundo de las emociones en su último libro: El viaje al poder de la mente (Ed. Destino).

Sursa: http://www.eduardpunset.es/4718/punset-en-los-medios/prensa-grafica/la-gente-dejara-de-ser-tan-infeliz-cuando-aprenda-a-educar-sus-emociones

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